17 mar 2011

Cosas de la crisis


La crisis económica tiene sus cosas buenas. Mi amiga Daniela diría que muchas cosas, y profundas, pero pregúntenselo por qué. Aquí mi comentario va en el sentido de cosas sencillas, que nos hacen más llevadero el día a día, que nos producen una sonrisa inocente.


Una de ellas es el aumento de los cantantes y músicos callejeros. Vale, yo sé perfectamente que si esas personas están trabajando en las calles es porque (casi siempre) no tienen otra opción, están en paro, no se reconoce su arte y no encuentran un hueco en el mercado formal. Y eso NO es bueno, por supuesto. Cuando digo que es "bueno" me refiero a que, con la consciencia de todo lo malo que implica, estas personas suelen alegrar nuestras mañanas y tardes. Hay gente que dirá lo contrario. Pero a mí no me molestan (sí me molesta que estén allí por los motivos que los lleva a estar, pero no su presencia per se, lo entendéis, ¿no?). De cierta manera me acercan a casa, a mi ciudad.


Y me acerco muchísimo a Río cuando encuentro a un señor que toca "Desafinado" en su viejo sax en Nuevos Ministerios. ¿Podría haber regalo mejor en una mañana fría? Seguramente no. Y hay otro que toca siempre cosas de Toquinho en los pasillos del metro Diego de León. Y voy cantando, hacia adentro o en voz alta, depende del día. Y me siento especial por saber la letra de la canción. Por encontrar felicidad en algo tan sencillo como escuchar una música de tu país.


Hay gente demasiado amargada para darse cuenta, son los que suelen empujarte en las escaleras. Hay días en los que estoy amargada como ellos. Con prisas, tiempos, miedos, problemas reales e imaginarios. Y cuando me doy cuenta, me enfado con esa "yo" que insiste en tener razón, pero no la tiene. Entonces le digo, acordándome de cómo lo dirían mis amigos argentinos: "¡Che, boluda, pará!". Y me paro. Y escucho la canción de los músicos callejeros.


Hay una señora que es un icono, un símbolo para mí en estos temas. Canta muy mal. Pero que muy muy mal. No estoy segura de su nacionalidad, pero por el acento supongo que es de algún país eslavo. Canta en el metro. Va con un carrito que es un altavoz con ruedas conectado a un micrófono. Se parece a un carrito de hacer la compra. Cuando digo que canta en el metro digo dentro del metro, en los vagones. Imaginaos, un día de diario en Madrid, el metro de Avenida de América lleno, llenísimo. Y la cantante con su carrito diciendo "perdón, perdón", con una sonrisa estupenda. Lo mejor de esa mujer es la sonrisa. No le gusta cantar parada. Claro que no, porque necesita regalar su arte a toooodo el tren .

En navidad cantaba villancilos españoles. VILLANCICOS. Con su rico acento ruso (o búlgaro, eslovaco o polaco) y su pésima voz. Siempre que podía le ofrecía mis monedas y mi sonrisa, cosas que ella no solía recibir de la gente. Pero, aún así, seguía cantando y sonriendo.

¡Qué les den a los amargados estos!, ¿verdad, mi querida y dulce cantante?