Estamos huérfanos. Ha muerto la gran pionera de los estudios hispanoamericanos en Brasil: Bella Jozef. Con ella aprendí a entender Cortázar y Borges. Y no solo los hispanos, con ella aprendi a leer a Benjamin también, entre tantos otros. Una mujer gigante, brillante.
Si la veías en el pasillo de la Facultad de Letras, caminando despacio, viejita, y luego la encontrabas en clase o en una conferencia, podrías jurar que no se trataba de la misma persona. Crecía, relucía, centellaba, no solo sus ojos, sino sus manos, su alma y su corazón. Y cómo le gustaba contarnos sobre ese día en el que conoció a Borges y tantas otras historias deliciosas de su trayectoria de vida.
Y era capaz de animarnos a empezar una investigación bajo un "enfoque novedoso" como si eso fuera lo más importante del mundo, incluso si sobre el autor elegido ella misma ya hubiera escrito ríos de tinta. Me acuerdo de cuando empecé a estudiar la obra de Gioconda Belli y se lo dije. En la clase siguiente me entregó una fotocopia dobladita de una reseña suya, publicada cuando llegó a Brasil la primera traducción de una obra de Belli. La fotocopia estaba dedicada, "con cariño, Bella". Y de cuando le pedí que me firmara la nueva edición de su Historia de la Literatura Hispanoamericana, y me llamó "ex alumna y ahora colega". Qué grande era ella. Pero se equivocaba, jamás seré su ex alumna, Bella, siempre alumna, siempre aprendiz.
Y tenía su carácter, ah, ¡claro que lo tenía! Sus preguntas punzantes en momentos de exámenes o presentaciones de tesis... ¿quién no lo sabe? Famosa también por ello.
El barrio de Catete, en Río, ahora es un poco menos alegre, un poco menos literario. Y los dueños de la librería Beta de Aquarios ya no podrán saludarla en una de sus visitas. Ya no podremos decir, como antes, "Sí, claro, ¡Bella sigue dando clases!" Pero siempre que estudiemos sus libros, siempre que leamos a los autores que ella tanto quería, vivirá una vez más, en nosotros.
Gracias, Bella.